miércoles, 14 de noviembre de 2007

ida

30/octubre/07
tren a París al encuentro con mi familia


Silencio, la gente se limita a moverse por la Gare en silencio.

Entramos al vagón en silencio y, las personas se limitan a hojear los periódicos gratuitos que te abordan al llegar a cualquier lugar, y silencio.

Y sin palabras solo escucho: los sonidos que crea el cuerpo, el ruido del vagón, y el aire queriéndome gritar que está allá afuera esperando respirarlo, y silencio.

Es lindo, es bonito disfrutarse en ese silencio interior, que nada lo turbe... ojala fuera así por dentro.

Salí temprano de mi cuarto, era todavía de noche; la neblina, la llovizna, el frío y las sombras de los arboles bailando entre poca luz prometían algo espeluznante.

Y así, en movimiento y sin palabras tomé rumbo a mi próximo destino, percatándome (o quizá solo anhelado) que proximamente habrá un cambio en mi interior.

Alto, ¡oigo un ruido! El tren disminuye su velocidad: ¿qué viene ahora?

Solo vivo, magnifico.
Es de día, la gente comienza a murmurar y el sol promete algo lindo: amor.

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